California ya nos había sorprendido con su verdísima costa y los impresionantes acantilados de Big Sur. Pero nada, nada, se acercó a la majestuosidad de Yosemite.
Si alguien nos pidiese algún día que describamos al paraíso, posiblemente sería un lugar muy parecido a ese parque nacional. Así que, cuando salimos del túnel que se adentra en el parque y vimos el valle abrirse frente a nosotros, no tuvimos más remedio que detener el auto y bajar a admirar el paisaje. A nuestros pies se extendía un espectacular valle, encerrado entre monumentales formaciones rocosas (de nombres adecuadísimos: El Capitán, La Catedral, El Castillo, el Half Dome) y cascadas de cuento. Allí están las cascadas más altas de los Estados Unidos (como ya se habrán dado cuenta, esta gente siempre compite entre estados a ver quien tiene el túnel más largo, la cascada más alta o el mayor porcentaje de mascotas por habitante). Y esa fue nuestra primera excursión en el parque. En cuatro horas de intensa subida, llegamos a la cima de las cascadas para tener unas vistas aún más espectaculares del valle, no sin filmar, en el camino, nuestro primer corto cumpleañero para Mateo.
Con base en un magnífico rancho en las afueras del parque visitamos y paseamos durante tres días por el valle, antes de acampar en el propio parque por un par de noches. Desde el rancho, exploramos también la entrada sur de Yosemite, o la zona más conocida como Mariposa Grove, donde habitan las majestuosas sequoias y algunos redwoods (y donde filmamos nuestro segundo corto cumpleañero para Montse). Las sequoias son árboles gigantes que pueden llegar a vivir más de dos mil años y ser tan altas como un Boeing! A algunas de ellas, incluso, les hicieron túneles en el tronco por donde pasaba un Fitito... El túnel se cayó hace tiempo, y en el único que queda, solo entramos nosotros!
Como si hubiésemos tenido poco con las Yosemite Falls, decidimos seguir caminando y subir hasta otras cascadas, las Vernal Falls, estas más bajas pero con un caudal de agua mucho mayor que las Yosemite. Así que empapados tras la caminata, llegamos hasta arriba de todo para contemplar el fantástico arco iris que se formaba y la montaña más famosa del parque: el Half Dome (o la media cúpula), que debido a la nieve y el hielo, todavía estaba cerrada para subir.
Yosemite nos transmitió algo especial, diferente de lo que nos habían transmitido otros parques o lugares que nos parecieron idílicos. En algún sentido nos atrapó y nos cautivó tanto que saliendo tuvimos que parar un par de veces para terminar de decidir si nos íbamos o nos quedábamos... Nos fuimos, solamente porque irnos era la excusa perfecta para tener que volver algún día.
Y para paliar la tristeza de haber dejado Yosemite atrás, enfilamos por espectaculares rutas serpenteantes para los valles de Napa y Sonoma famosos por sus vides y viñedos. Pasamos un par de días haciendo hopping de bodegas y visitando los pequeños y pintorescos pueblos que se encuentran en los extremos de los valles. Napa, más concheto/pijo con bodegas más clásicas en castillos de estilo francés o italiano; Sonoma, más cool/hipster, descontracturado y tobara.
Fue la despedida de California, después de más de un mes de haber llegado y no sin antes hacer una triunfante entrada back to San Francisco por el Golden Gate. El mejor broche para decirle chau al sur y, que por fin, nuestra brújula viajera empiece a señalar el norte.
Haciendo nuestro camino
Aventuras, desventuras y algún que otro cambio de rumbo
domingo, 16 de junio de 2013
martes, 21 de mayo de 2013
San Franpsycho
El descubrimiento de oro en el norte de California y la consecuente oleada migratoria transformó la bahía de San Francisco en el Golden Gate, la "puerta dorada" de entrada a California; la ciudad de San Francisco creció de la noche al día y se convirtió en la capital del nuevo oeste.
Los buscadores de oro, aventureros y colonos atrajeron a comerciantes, pescadores y emprendedores, y las fortunas florecieron, crecieron y desaparecieron, y la fiebre del oro fue trasladándose hacia el norte, hacia Canadá y la recién adquirida Alaska, dejando tras de sí una ciudad única.
Con base en la peninsular Burlingame, en la acojedora casa de Ruthy y Ale, recorrimos San Francisco por una semana, caminando incansables sus distintos barrios: el pintoresco barrio chino (uno de los más grandes de los EEUU) con sus supermercados y restaurantes y su fábrica de galletas de la fortuna, y el italiano Nob Hill, cuyos bares sirvieron de inspiración para El Padrino y en cuya iglesia no pudieron casarse Joe DiMaggio y Merilyn Monroe. Separados por City Lights, la librería "beat" por excelencia, y flanqueados por Telegraph hill, cuya torre domina la bahía y ofrece vistas desde Sausalito a Oakland, y Russian Hill, con Lampard street y su arcén descendiendo en eses (con escena propia en Vértigo) y los Cable Cars remontando sus calles desde el Pier 39.
No dejamos de perdernos por The Mission, el barrio latino de la ciudad, en cuyas paredes se pueden ver reivindicativos murales (una expresión muy presente en San Francisco) y por Castro, el barrio gay, donde pasamos por el negocio de fotos que sirvió a Harvey Milk (primer concejal abiertamente gay de los EEUU) de base electoral, y nos tomamos una cerveza en un bar repleto en el que Martu era la única mujer.
Cruzamos contra el viento el Golden Gate Bridge, yendo y viniendo de Tiburón (lo cruzaríamos otra vez volviendo de Yosemite más tarde) descubrimos un mural de Diego Rivera en una escuela de arte, la colgamos en The Heights, el barrio hippie donde Janis Joplin y Grateful Dead hicieran de las suyas, bordeamos la bahía pasando por el estadio de los Giants para llegar al Ferry Building, almorzamos un par de veces en su mercado, escapamos de un tour guiado por el famoso Fisherman's Warf, dormimos una siesta al sol en el Golden Gate Park, visitamos el museo de arte asiático y sus guerreros de Xiang, hicimos de fotógrafos en una boda en el City Hall, escribimos postales desde lo alto de Buenavista Park, caminamos deprisa desprisa por downtown cuando oscurece y hasta cenamos comida etíope.
(Respire ahora)
Nadie podrá decir que no aprovechamos el tiempo en San Francisco!
Los buscadores de oro, aventureros y colonos atrajeron a comerciantes, pescadores y emprendedores, y las fortunas florecieron, crecieron y desaparecieron, y la fiebre del oro fue trasladándose hacia el norte, hacia Canadá y la recién adquirida Alaska, dejando tras de sí una ciudad única.
Con base en la peninsular Burlingame, en la acojedora casa de Ruthy y Ale, recorrimos San Francisco por una semana, caminando incansables sus distintos barrios: el pintoresco barrio chino (uno de los más grandes de los EEUU) con sus supermercados y restaurantes y su fábrica de galletas de la fortuna, y el italiano Nob Hill, cuyos bares sirvieron de inspiración para El Padrino y en cuya iglesia no pudieron casarse Joe DiMaggio y Merilyn Monroe. Separados por City Lights, la librería "beat" por excelencia, y flanqueados por Telegraph hill, cuya torre domina la bahía y ofrece vistas desde Sausalito a Oakland, y Russian Hill, con Lampard street y su arcén descendiendo en eses (con escena propia en Vértigo) y los Cable Cars remontando sus calles desde el Pier 39.
No dejamos de perdernos por The Mission, el barrio latino de la ciudad, en cuyas paredes se pueden ver reivindicativos murales (una expresión muy presente en San Francisco) y por Castro, el barrio gay, donde pasamos por el negocio de fotos que sirvió a Harvey Milk (primer concejal abiertamente gay de los EEUU) de base electoral, y nos tomamos una cerveza en un bar repleto en el que Martu era la única mujer.
Cruzamos contra el viento el Golden Gate Bridge, yendo y viniendo de Tiburón (lo cruzaríamos otra vez volviendo de Yosemite más tarde) descubrimos un mural de Diego Rivera en una escuela de arte, la colgamos en The Heights, el barrio hippie donde Janis Joplin y Grateful Dead hicieran de las suyas, bordeamos la bahía pasando por el estadio de los Giants para llegar al Ferry Building, almorzamos un par de veces en su mercado, escapamos de un tour guiado por el famoso Fisherman's Warf, dormimos una siesta al sol en el Golden Gate Park, visitamos el museo de arte asiático y sus guerreros de Xiang, hicimos de fotógrafos en una boda en el City Hall, escribimos postales desde lo alto de Buenavista Park, caminamos deprisa desprisa por downtown cuando oscurece y hasta cenamos comida etíope.
(Respire ahora)
Nadie podrá decir que no aprovechamos el tiempo en San Francisco!
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