domingo, 16 de junio de 2013

Valles y vinos, el último adiós al sur

California ya nos había sorprendido con su verdísima costa y los impresionantes acantilados de Big Sur. Pero nada, nada, se acercó a la majestuosidad de Yosemite.
Si alguien nos pidiese algún día que describamos al paraíso, posiblemente sería un lugar muy parecido a ese parque nacional. Así que, cuando salimos del túnel que se adentra en el parque y vimos el valle abrirse frente a nosotros, no tuvimos más remedio que detener el auto y bajar a admirar el paisaje. A nuestros pies se extendía un espectacular valle, encerrado entre monumentales formaciones rocosas (de nombres adecuadísimos: El Capitán, La Catedral, El Castillo, el Half Dome) y cascadas de cuento. Allí están las cascadas más altas de los Estados Unidos (como ya se habrán dado cuenta, esta gente siempre compite entre estados a ver quien tiene el túnel más largo, la cascada más alta o el mayor porcentaje de mascotas por habitante). Y esa fue nuestra primera excursión en el parque. En cuatro horas de intensa subida, llegamos a la cima de las cascadas para tener unas vistas aún más espectaculares del valle, no sin filmar, en el camino, nuestro primer corto cumpleañero para Mateo.
Con base en un magnífico rancho en las afueras del parque visitamos y paseamos durante tres días por el valle, antes de acampar en el propio parque por un par de noches. Desde el rancho, exploramos también la entrada sur de Yosemite, o la zona más conocida como Mariposa Grove, donde habitan las majestuosas sequoias y algunos redwoods (y donde filmamos nuestro segundo corto cumpleañero para Montse). Las sequoias son árboles gigantes que pueden llegar a vivir más de dos mil años y ser tan altas como un Boeing! A algunas de ellas, incluso, les hicieron túneles en el tronco por donde pasaba un Fitito... El túnel se cayó hace tiempo, y en el único que queda, solo entramos nosotros!
Como si hubiésemos tenido poco con las Yosemite Falls, decidimos seguir caminando y subir hasta otras cascadas, las Vernal Falls, estas más bajas pero con un caudal de agua mucho mayor que las Yosemite. Así que empapados tras la caminata, llegamos hasta arriba de todo para contemplar el fantástico arco iris que se formaba y la montaña más famosa del parque: el Half Dome (o la media cúpula), que debido a la nieve y el hielo, todavía estaba cerrada para subir.
Yosemite nos transmitió algo especial, diferente de lo que nos habían transmitido otros parques o lugares que nos parecieron idílicos. En algún sentido nos atrapó y nos cautivó tanto que saliendo tuvimos que parar un par de veces para terminar de decidir si nos íbamos o nos quedábamos... Nos fuimos, solamente porque irnos era la excusa perfecta para tener que volver algún día.

Y para paliar la tristeza de haber dejado Yosemite atrás, enfilamos por espectaculares rutas serpenteantes para los valles de Napa y Sonoma famosos por sus vides y viñedos. Pasamos un par de días haciendo hopping de bodegas y visitando los pequeños y pintorescos pueblos que se encuentran en los extremos de los valles. Napa, más concheto/pijo con bodegas más clásicas en castillos de estilo francés o italiano; Sonoma, más cool/hipster, descontracturado y tobara.

Fue la despedida de California, después de más de un mes de haber llegado y no sin antes hacer una triunfante entrada back to San Francisco por el Golden Gate. El mejor broche para decirle chau al sur y, que por fin, nuestra brújula viajera empiece a señalar el norte.